lunes, 14 de marzo de 2011

Sobre Atorretrato de un Payaso Adolescente

42 grados
Gerardo rivera

Ecos del VII Encuentro Iberoamericano de Poesía
Magdiel C. Midence, de origen hondureño, estuvo con nosotros en el VII Encuentro Iberoamericano de Poesía “Carlos Pellicer Cámara” y fue una novedad por su desparpajada poesía que nos trajo. Bueno, en otras palabras, es un cabrón bien hecho este muchacho en eso del poema en prosa. En lo personal creo que no nos podemos llevar muy bien porque a mi la poesía me la dicta Dios en persona, mientras que a él se la cuchichea al oído el mismísimo Demonio y por eso sus versos le salen hediondos a azufre, con fetidez de bartolina infernal, a preso político con un mes de no bañarse, a mujer mala contagiada de múltiples enfermedades venéreas.
   Por lo demás es buen tipo. Hasta cae bien con su estampa de Autorretrato de un payaso adolescente como titula el libro que nos trajo en primicia bajo el brazo desde la tierra de Lempira, un poeta guerrero de sus antepasados.  Y por eso Magdiel, cuando camina por las calles de Tegucigalpa y se cruza con morenas de fuego, de cintilantes movimientos, delgaditas de cinturas y abultaditas del pecho, en vez de lanzarles piropos, que sería lo normal, les avienta grimorios, pantáculos y oraciones demoniacas extraídas del Libro Negro de la Brujería, seguramente aprendidas en el fondo del averno, con el fin de que caigan redonditas en su lecho. De que es malo el chico, pocos lo dudan. Quien no lo conoce que lo compre.
   Se me olvidaba decirles que Magdiel construye sus versos con fragmentos de maldiciones, en latinazgos que pocos, sólo los grandes brujos y magos saben descifrar. Este joven hace versos mientras pronuncia palabrotas de esas que provocaban la expulsión de las aulas cuando los profesores se enfadaban. Las dice como si con ellas pudiera ganar el Premio Nobel de la Malcriadez. Sus versos, quizás por ello, tienen el encanto de la ponzoña de un alacrán, como cuando los arácnidos nacen y se comen a su propia progenitora para inaugurar su propia sobrevivencia. Es malo este chamaco, pero eso sí, original en su forma de decir las cosas, de nombrar lo que intuye y quiere expresar.
   Es, entonces, un hijo malo del poema. Es seguro que en sus madrugadas lúbricas ya violó a cada una de sus musas y por las mañanas se levanta orondo, presumiendo que con eso afianza su hombría. No se los digo, pues…este joven ha descendido hasta la más maloliente de las crujías infernales, cerca de la promiscuidad sexual de Luzbel, de quien recibe instrucciones y le da su dotación de palabras para edificar sus poemas. Quiero señalar de Magdiel que desconozco lo que en literatura se está haciendo en Honduras pero si él es una muestra de ese quehacer literario, hay buenas ofertas que sería importante conocer porque Centro América vive momentos democráticos importantes, salvo, precisamente en Honduras, donde se produjo un regreso autoritario, pero eso sólo concierne a ellos.
   Sin embargo, conozco bastante lo que se ha hecho y se está haciendo en El Salvador y Nicaragua, naciones donde se han producido importantes literatos que han dado batazo de jonrom, sin olvidarnos de Guatemala que presume su Premio Nobel con Miguel Ángel Asturias, literato de lectura obligada por su aportación al mundo, aunque los salvadoreños no han catapultado a Miguel Ángel Espino quien escribió una novela que se inserta en el Realismo Mágico con “Hombres contra la muerte”, además de la novela-poema “Trenes” que debieron figurar en el boom latinoamericano. Creo que hace falta una relectura, muy en serio, de estas novelas y de otras marginadas sólo porque son centroamericanos y pertenecen al circulo de literatos de más allá del tercer mundo y no debe ser así.
   También los países centroamericanos no promocionan a sus escritores porque en México sólo destacan figuras como Roque Dalton de El Salvador, bastante editado y comentado, y Ernesto Cardenal, Pablo Antonio Cuadra y  Sergio Ramírez, de Nicaragua, además de la poeta Gioconda Belli. De Guatemala se conocen los relumbrones que se vinieron a vivir a México. Los panameños no quieren nada con los mexicanos ni centroamericanos y viven un mundo aparte, aislado, independiente. Es orgullosa la negrada. A mi en lo personal no me gustan los panameños, sólo las panameñas.
   Envío un saludo a Magdiel C. Midence y hago extensiva mi amistad para todos los intelectuales de esa hermosa nación cargada de islas que ya no recorreré porque el tiempo me tiene atrapado con varios años encima y no admite sobornos. O porque no he querido hacer pacto con Satanás tal como lo hizo Magdiel a quien  envío un saludo revolucionario desde las planicies de Tabasco, estado mexicano que me han dado por cárcel pero no me quejo, como no me quejaría si tuviera a una hondureñita comiendo pupusas por acá. Envío mi correo y mi musa de horiveragerardo@hotmail.com